Ana Cuesta – Sáhara, abril 2018

“Ya sabía que este viaje me marcaría, pero no podía imaginar su intensidad.”

El desierto es nada y es todo, es soledad y es compañía, es tristeza y alegría. Parece ser que ya empiezo a digerir lo que he vivido allí. Me he conocido más, me he dejado conocer, he cuidado y me he dejado cuidar, me he abrazado y me han abrazado, he llorado y he reído, me he sentido morir y renacer. Agradecida eternamente a mi tribu del desierto, a los nuevos amigos y a Òscar Boule por su atención, presencia y respeto como guía del grupo.